Encuesta ISO Survey demuestra exceso de certificaciones en el Perú.
NÚMEROS “POSITIVOS” QUE PREOCUPAN
Certificar un sistema de gestión (ambiental, de calidad, seguridad laboral u otro) para darle una validez internacional es un trabajo delicado que se debe hacer con la mayor rigurosidad. Carlos Avendaño Berenguer, managing director en DQS CERT, S.L. (España), explica que los resultados presentados en 2023 corresponden a una estimación del número de certificados válidos al 31 de diciembre de 2022. El alcance de la Encuesta 2022 se amplió con respecto a la edición anterior para incluir cuatro estándares adicionales, lo que lo lleva a un total de 16 normas de sistemas de gestión ISO.
El número de certificados válidos reflejan la conformidad con el estándar que se ha medido y en el caso de la norma ISO 9001:2005, de gestión de la calidad, las cifras han variado poco en un año (17.38%), pero sigue siendo, de muy lejos, la ISO mayor demandada por las empresas en el mundo, alcanzando las 1,265.216 certificaciones en 2022. Para entender su dimensión, la ISO que le sigue (la ISO 14001:2015, de sistemas de gestión ambiental, no alcanza ni la mitad de estas certificaciones (529.853 emitidas al mismo año).
Valor internacional
Para recolectar la información, ISO se contacta con organismos de certificación acreditados por miembros del Foro Internacional de Acreditación (IAF). De allí que sus resultados sean inapelables a nivel mundial. Dos datos que ayudan a dar fe de sus cifras es, que hay tres países que figuran siempre en los cinco primeros lugares por mayor cantidad de certificaciones. Se trata de China, India y Japón. Los dos primeros por la cantidad de empresas que existen en países de gran dimensión y el tercero por su reconocida cultura de calidad.
Otros países habituados a ocupar los primeros lugares son Italia, Reino Unido y Alemania. Otros como Estados Unidos, España y Corea del Sur son erráticos en su nivel de uniformidad. De allí que algunas cifras pueden ser sorpresivas y llamar la atención, como la cantidad de certificaciones ISO 37001:2016, de sistema de gestión antisoborno, que tiene al Perú liderando a los países de América Latina, seguido de Brasil y México; justamente tres países que han tenido crisis políticas que, de una u otra manera, se relacionan con este indicador de calidad.
Lo más alarmante es que Perú figura primero en esta lista regional con 1,796 certificaciones ISO 37001:2016, muy lejos de Brasil (204) y México (145), que, por su dimensión, se entendería que tuvieran más empresas con este certificado. La misma sospecha se presenta cuando se ven los países que repiten el mayor número de certificaciones diversas: México, Brasil y Colombia figuran varias veces entre los primeros lugares. Su cultura de calidad se refleja más sólida, a diferencia de Perú que aparece en otro primer lugar, pero en una certificación menos conocida: la ISO 50001:2018, de gestión de la energía, donde la cifra de certificaciones es menor (297, seguido por Chile con 178) y, en segundo lugar, en la ISO 45001:2018, de Seguridad y Salud en el Trabajo.
Calidad primero
Obtener una certificación es una manera de respaldar la confiabilidad de una determinada empresa, sin embargo, sin el cumplimiento de sus criterios se convierte en un riesgo mayor. De acuerdo con Juan Medina, auditor de estas certificaciones, un sistema de gestión integrado (SGI) es un marco integral que combina múltiples sistemas de gestión en un sistema único y cohesivo. “Es una tarea minuciosa que requiere destreza y conocimientos específicos; se necesitan varias competencias que permiten al auditor llevar a cabo la auditoría con precisión y eficacia”.
Este conjunto de habilidades va a garantizar que todos los aspectos del sistema funcionen de manera efectiva y comprensión profunda. No solo se trata de un conocimiento del sistema de gestión, explica el especialista, se debe contar con habilidades de comunicación y documentación para reflejar sus hallazgos de manera objetiva, clara y precisa. A esta habilidad de análisis se le suma su evaluación objetiva e imparcial. “El auditor debe tener una mente crítica y estar dispuesto a cuestionar los procesos y procedimientos de la organización”.
Medina aclara que la calidad va primero a la certificación ya que, si bien en estas auditorías aún se pueden identificar problemas (“el auditor debe ser capaz de proponer soluciones prácticas y efectivas para abordarlos”), los SGI deben ser trabajados por expertos con conocimientos técnicos relevantes en las áreas específicas de la certificación, con dominio del marco legal aplicable al sector que pertenezca la organización.